¿Alguna vez te has preguntado, porque tienes que estar tan encima, de tus hijos, para que realicen las tareas?
La respuesta es sencilla, no nacemos enseñados, pero si con una curiosidad innata, con una motivación por descubrir respuestas a incógnitas de nuestro entorno, de soñar despiertos, de aprender jugando, y todo ello es la esencia de la infancia, la cual hay que apoyar para que el propio niño sea el protagonista de su aprendizaje y que el aprender no sea una obligación aburrida y mecánica.
A la par la adquisición de técnicas de estudio, organización y responsabilidad irán de la mano, porque solo de esta forma, el propio alumnado, se dará cuenta progresivamente, que puede lograr conseguir unos objetivos para enriquecimiento propio y poderlo llevar a la práctica, e incluso relacionar los conocimientos aprendidos de las diversas áreas entre sí, porque la vida real, es eso, saber reflexionar, ser críticos y autonomos con nuestro propio aprendizaje, sin tener miedo a la equivocación.
Como dijo Benjamin Franklin: DIME Y LO OLVIDO, ENSEÑAME Y LO RECUERDO, INVOLUCREME Y LO APRENDO.
Y esto es ley de vida, cada persona tiene unas habilidades diferentes, ni mejores ni peores, sino distintas. En cuantas ocasiones nos hemos preocupado, porque nuestros hijos no se les dan bien las matemáticas, pero en cambio son unos craks, en plástica, muy creativos e imaginativos, o por el contrario, no destacan en música, pero tienen una facilidad increible para adquirir idiomas, así podria poner varios ejemplos, y es que al final lo que enriquece a las personas es la gran diversidad que existe, de ahí pueden surgir, grandes pintores, deportistas, cantantes, escritores, periodistas, maestros...Lo único importante al final, es que sean felices y a partir de ahí podrán conseguir lo que deseen, porque nadie les frenará a conseguir sus metas.