Uno de los mayores problemas a los que se enfrenta el profesor de música es el de aburrir a los estudiantes con cantidades ingentes de teoría y ejercicios que por otra parte son completamente necesarios para el desarrollo de la interpretación.
Partiendo de la base de que en inevitable verse obligado a realizar tareas tediosas en el aprendizaje del instrumento, trataremos de buscar la manera de que estas sean tan eficientes como sea posible (para reducir el tiempo dedicado a ellas) y que estén correctamente repartidas a lo largo de diferentes sesiones de clase y práctica.
Un momento perfecto para comenzar los ejercicios es el inicio de la clase, ordenándolos de menor a mayor dificultad técnica, de manera que sirvan de calentamiento para continuar posteriormente desarrollando la clase según la programación propuesta.
Hay que concretar que, dependiendo del nivel del estudiante podremos o no dedicar más o menos tiempo a cada tarea, siendo los estudiantes más jóvenes los que necesitan de una mayor variedad de actividades durante la clase (de lo contrario, si pasasen demasiado tiempo en una sola actividad acabarían por aburrirse rápidamente de las clases y a largo plazo del instrumento). Es por ello que siempre hay que tener preparado un repertorio de ejercicios o juegos relajados, que tengan la capacidad de abstraer al estudiante del contenido de la clase durante unos minutos, ofreciendo un estímulo distinto para después retomarla con mayor descanso y tras un reseteo de la concentración.
Es por ello que el profesor de música tiene que tener un control absoluto de la estructura que va a tener la clase en su desarrollo, cuidándose de no aburrir a los alumnos con excesos de información que tardarán en ser asimilados, desanimando al estudiante.