La filosofía se nos a presentado como un territorio de difícil acceso, incompresible, cuyo lenguaje solo es comprendido por las mentes más deslumbrantes. Pienso que no debería ser así, de hecho, tengo la firme convicción que todos y todas filosofamos, nos preguntamos acerca de la vida y los fenómenos que de ella hacen parte, solo que a este ejercicio diario no le llamamos cotidianamente «filosofí...
La filosofía se nos a presentado como un territorio de difícil acceso, incompresible, cuyo lenguaje solo es comprendido por las mentes más deslumbrantes. Pienso que no debería ser así, de hecho, tengo la firme convicción que todos y todas filosofamos, nos preguntamos acerca de la vida y los fenómenos que de ella hacen parte, solo que a este ejercicio diario no le llamamos cotidianamente «filosofía». Es por esto, que si la filosofía es un ejercicio de reflexión cotidiana, mi trabajo como profesor en este campo es la de ayudar a aterrizar los complejos conceptos filosóficos que a veces se nos presentan a un terreno cotidiano y conocido, esto es, aterrizar la filosofía del mundo de las ideas a la experiencia práctica para que esta pueda ser mejor comprendida. La pregunta será la mejor herramienta que se tendrá a disposición para el qué hacer filosófico, por ejemplo, ¿cómo poder entender el eterno retorno de Nietzsche en la vida práctica? ¿Cómo entender las relaciones de poder según Foucault en los vínculos familiares, con los amigos y, porqué no, con la pareja? ¿De qué manera se puede presentar la alegoría de la caverna de Platón en la actualidad? Presentando la filosofía un poco más cercana a la «realidad» por medio de la pregunta y la experiencia, se puede tejer un pensamiento crítico acorde a ser responsable consigo mismo y con la sociedad.