Sí, ya sabemos, cuesta mucho organizarse. No solo cuesta organizar el estudio sino también las otras áreas en esta vida de encierro. Si bien no tienes que lidiar con los profesores cara cara o con aquellos compañeros problemáticos, surgen otras visibles e invisibles tan caóticas y desestabilizadoras como las anteriores. Padres, hermanos, mascotas, grupos de redes, mensajes del colegio, páginas de internet, pedidos y reclamos, exigencias descomunales y vacíos inesperados, silencios y ruidos … La lista es larga y te la dejo a ti para que la completes.
No viví cuarentenas ni confinamientos a tu edad, pero también fui una adolescente típica y caótica. Aprendí tarde, ya adulta, a organizar mi vida, mi estudio, mis tiempos. Te comparto algunas propuestas que me sirvieron:
1) Anota, como quieras y donde quieras, pero en un lugar visible, los objetivos diarios, no los de un mes ni los de una semana, sino los que ese día quieres lograr. Si te entusiasma la idea, revisa esos objetivos y clasifícalos en reales, es decir, aquellos que sí o sí tienes que conseguir ese día y en ideales, aquellos que no son imprescindibles pero que sería genial terminarlos. Al final del día, tacha aquellos que cumpliste. Festéjalos, felicítate por ellos.
2) Pon límites externos e internos: el “no” es una herramienta única en la organización diaria. No a todo aquello que no te deja completar los objetivos, no a los momentos y a las personas que te distraen, no al desgano. El límite interno te ayuda a pedir ayuda, a buscar la solución. Si no puedes con un objetivo, si no puedes con una tarea, pide ayuda. Reconsidéralo y vuelve a escribir un nuevo objetivo (pedir ayuda, buscar información, preguntar…) Así, ya no hay frustración sino un nuevo logro que podrás alcanzar.
3) El límite externo también tiene que ver con la organización del tiempo y del espacio. Corro el riesgo de parecer mamá insistente, pero, te aseguro, que poner un no en el desorden, un límite físico para hacer lo que quieres hacer, ayuda muchísimo. Por ejemplo, despejar la mesa de estudio, hacer la cama, guardar la ropa son límites que te ayudan para tener un espacio libre de acción. Lo mismo pasa con el tiempo, si pones límites temporales (por ejemplo, de tal hora a tal hora, busco información) te abre las puertas para otras actividades.
4) No te culpes y no te sientas mal por lo que no hiciste o dejaste de hacer. Revisa la lista de objetivos y vuélvelos a escribir con más tranquilidad. Anota los obstáculos que se presentaron y analiza cómo se pueden sortear. Otra vez pon un límite.
Hay mucho más, pero no te agobio. Retomo el primer punto, la clasificación de los objetivos en reales y en ideales. Al principio, verás que no siempre se llegan a cumplir ni siquiera los reales. Vuelve al punto cuatro, no te culpes, analiza los límites. Redefine tu lista. Verás que poco a poco, casi sin darte cuenta, aquellos objetivos que marcaste como ideales se vuelven tan reales y tan ciertos como los imprescindibles. Verás que te sentirás maduro, casi adulto y, aunque no lo creas, el orden se habrá apoderado de tu vida.