En los últimos años, hemos presenciado una evolución desde un modelo de enseñanza prácticamente unidireccional, en la que el profesor era visto como una autoridad incuestionable que proporcionaba todo tipo de conocimientos; a uno de carácter más bidireccional, en el que profesor y alumno colaboran de forma activa para "crear" esos conocimientos.
Se podría decir que lo más importante no es tanto que el alumno aprenda una información concreta y la memorice a base de repetirla (cosa que, no obstante, puede servirnos a corto y a medio plazo), sino que la integre dentro de un todo coherente, al que dotar de unidad y significado.
Este método educativo, apodado "constructivista", es a mi juicio el enfoque adecuado a la hora de impartir una clase, ya sea con un niño o con un adulto. El profesor debe estimular al alumno en aquellas situaciones en las que éste no conoce una respuesta. Debe guiarle en el recorrido hasta ella, por supuesto, pero no puede limitarse a ser un mero emisor de información.
Cualquier persona que haya estado escolarizada recordará multitud de datos que tuvo que aprender a base de pura repetición (me reitero, en ciertos casos es totalmente necesario y de mucha utilidad). Personalmente, veo más fructífero para ambas partes el establecer una relación profesor-alumno en la que haya un intercambio de información que haga posible una comunicación abierta y flexible.
El profesor debería actuar siempre como guía del alumno en su camino a la búsqueda del conocimiento, proponiendo obstáculos, cuestionando creencias ,... con el fin de que incorpore la nueva información a los conocimientos ya existentes, o modifique los mismos para poder incorporar dicha información. Es decir, aprenda de verdad.
No podemos obviar la utilidad de la repetición para ciertas situaciones, pero me temo que no resultará tan efectiva a largo plazo. Propugnemos un método educativo más equitativo, estimulante y participativo.