Quienes nos dedicamos a la programación en cualquiera de sus áreas de aplicación y en cualquier lenguaje o entorno de desarrollo (IDE) sabemos que los símbolos de menor y mayor enfrentados significan que las cosas a ambos lados no son equivalentes entre sí, no son iguales, no coinciden. Y lo que intento expresar en este texto es un pensamiento que he acuñado a lo largo de muchos años como alumno y luego como docente. En toda aula existen siempre tres grupos bien definidos; los que asisten a clase, los que van a estudiar y los que van a aprender. ¿Que si son lo mismo? ¡Para nada! Son grupos bien identificados y muy particulares por cierto.
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1. Alumnos que van a clase
Vamos a comenzar por los que van a clase. Aquellos cuyos mayores entienden que se debe tener buena asistencia; que ello garantiza la adquisición del conocimiento. ¡Nada más lejos de la realidad! Hay una población escolar a la que no le interesa lo que el docente está explicando o tratando de enseñar.
Ese alumno (porque alumnos son todos mientras que no todos son estudiantes) concurre al establecimiento a relacionarse con otros de su misma edad, de su misma condición de infante o joven que busca ser aceptado o inserto en un grupo de pertenencia que le permita sentir precisamente eso: “que es parte de”. Ellos no se interesan en absoluto por la currícula o plan de estudios.
De ninguna manera. Ellos van a clase y con eso basta. Sus mayores pagan una abultada cuota mensual en el mejor Instituto Privado confiando en que ello garantizará algún tipo de logro que en muchos casos nunca ocurre.
Repetidores, cultores del desorden y gestores de cuanta travesura se pueda organizar en el aula se destacan por su paso bullicioso y sus sonoras carcajadas que retumban en los pasillos. Son esos que salen corriendo del aula apenas finaliza la clase chocándose todas las sillas como escapando hacia la libertad.
Aunque también los hay muy tímidos, prudentes y callados tratando de pasar desapercibidos sin que el cuerpo docente o directivo los identifique demasiado para no ponerlos en el compromiso de cargar con tareas especiales que los saque de su cómodo anonimato. Aquellos que hablan poco, muy poco y que, cuando lo hacen, sus palabras parecen afiladas espadas que se abren paso con verdades y un sentido común que despierta asombro en el resto del grupo.
En fin, ellos van a clase, hacen el sacrificio hasta que se aburren y comienzan a buscar socios para pasar el rato en algo más interesante que la aburrida materia de estudio. Que no sólo es aburrida sino que es difícil, poco clara y que no se entiende. Además ellos tienen una idea muy clara en su mente: estudiar poco tiempo para aprobar (que en definitiva es lo que les importa) y aprovechar el año pasándola bien.
2 Alumnos que van a estudiar
En el grupo del centro encontramos a los que van a estudiar. A esos que les cuesta asimilar una teoría, un concepto, un razonamiento o una simple idea. No son aquellos que no se preocupan por aprender ni que se pasan el tiempo pensando en otras cosas.
Ellos no se divierten del mismo modo que el grupo anterior. A ellos les preocupa comprender y aprender. Y no se trata de un déficit cognitivo ni limitado por la capacidad docente de transmitir la enseñanza. En términos simples y vulgares (sin entrar en la discriminación) (no es el objetivo de este texto) se suele decir que son “duros”, “que les cuesta” pero que son aplicados, ordenados y tratan por todos los medios a su alcance de cumplir con las tareas en tiempo y forma.
Por lo general no llegan cómodos con sus calificaciones pero es innegable su sentido de la responsabilidad, de querer lograrlo, de poner lo mejor de sí.
3. Alumnos que van a aprender
Y en el otro extremo encontramos el tercer grupo que no es homogéneo como los anteriores. Se caracteriza por su diversidad de acciones y actuaciones dentro del aula. Estamos hablando del grupo que va a aprender. Ellos captan las ideas, comprenden la mecánica del estudio y prestan atención en los momentos claves de la clase para razonar y asimilar (dos cosas soñadas, ¿verdad?) los contenidos fundamentales del tema que se está trabajando.
Luego, su imaginación, su talento natural y su inteligencia los lleva a desmembrar las complejas encrucijadas que los contenidos traen consigo. Saben leer al docente. Ellos se dan cuenta el estado de humor, o mejor dicho, el ánimo de quién imparte la clase y tienen la capacidad suficiente para saber cómo se desarrollará la clase durante esa jornada; si será tensa o relajada.
Y se dividen en dos sub grupos:
- Los que saben utilizar su capacidad y talento natural para ser alumnos brillantes y destacados
- Aquellos otros que son desordenados, desalineados, distraídos, siempre tentados por el primer grupo que leímos antes. Siempre con un pié en la tentación a la diversión que les provoca la transgresión. Terminando los exámenes rápido y decidiendo si van a dedicar el tiempo restante a ayudar a otros o a llamar la atención con alguna travesura.
De los primeros vamos a obtener las mejores calificaciones, las participaciones destacadas en olimpíadas de la que se les ocurra participar u otro tipo de competencia educativa que se les presente en su paso por la edad escolar.
Siempre impecables en sus prendas de vestir y su aspecto personal. De ellos saldrán los futuros profesionales que ya son orientados desde temprana edad por las generaciones que los preceden en la familia. Ese mandato familiar que en muchos caso los condiciona a temprana edad y los hace recorrer el camino del “deber ser” por sobre todas las cosas.
De los segundos aparecerán todas las ocurrencias “extras” que se puedan imaginar y las que no se imagina el resto también. Si intentamos citar simples ejemplos para graficar la idea podemos pensar en una solemne clase de Química donde se intente explicar la diferencia entre sustancias alcalinas o ácidas y ellos estén ensayando con gases explosivos.
O en la clase de Física cuando el docente trata de explicar el comportamiento de las ondas sonoras y ellos se distraen jugando una suerte de karaoke con una cámara de eco y reverberancia. Dicho en otras palabras, suelen distraerse yendo un paso más allá, hacia donde su espíritu transgresor los lleve.
Dicho todo esto, luego de muchos años puedo contarles que he conocido a toda esta diversidad de alumnos. Por supuesto, es una opinión, una visión muy particular y personal que no por ello significa que sea la verdad absoluta. He sido partícipe de todos los grupos que les he contado y lo he escrito tal cual lo he sentido en cada etapa en la que me tocó pertenecer a ellos. Y ustedes que han leído hasta aquí ¿en qué grupo creen que han estado?