Frecuentemente nos comentan en las noticias sobre la rentabilidad acumulada de los instrumentos disponibles en el mercado (cuentas de ahorro, depósitos a plazo, entre otros). Por ejemplo, en el caso de las AFPs, nos informan cómo está nuestro fondo, distinguiendo entre los aportes y la rentabilidad acumulada. Por supuesto, los números son buenos, pero hay que revisarlos con detenimiento para entender su rentabilidad anual.
Por otro lado, pocas veces se menciona lo necesario que es conocer nuestro perfil de inversionista. Para determinarlo necesitamos 3 variables: objetivo, horizonte de tiempo, y tolerancia al riesgo. Los dos primeros conceptos dependen de nuestros anhelos tanto tangibles como intangibles (ej. un carro, estudios de postgrado) y que pueden ser concretados en el corto o largo plazo. Sin embargo, es el grado de riesgo la clave para decidir cómo ahorrar porque nos permite entender el grado de stress financiero que podemos aceptar.
Ante esto, se hace necesario no solamente conocer la rentabilidad porcentual acumulada, sino también cuánto está rindiendo de forma anual a la fecha de hoy, para que así sea comparable con otras opciones y se tenga claridad en que nuestra inversión fue la mejor elección. Por ejemplo, una rentabilidad de 30% acumulada en 3 años es excelente, pero es más notable aún si se le anualiza a un 10% y se compara con un promedio de tasas de 5% anual durante el mismo período. Es esa performance la que debemos analizar, porque sólo así sabremos en qué situación está nuestra inversión y así actuar para rentabilizar.